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CUARTA PARTE. Mi abuelita afronta la fatalidad del destino


Queridos lectores y lectoras de este newsletter coyoacanense, he aquí la continuación del relato sobre las dificultades que ha tenido mi persistente abuela para ingresar la solicitud de manifestación de obra en la Alcaldía de Coyoacán. Nunca pensé llegar a estas fechas (febrero de 2020) sin que mi abue lograra obtener la constancia de publicitación, la cual empezó a preparar en abril para poder solicitarla a fines de julio de 2019. Recordemos que casi dos meses más tarde, en septiembre del mismo año, mi abue dio respuesta a una prevención hecha a esta solicitud tan solo un día después de recibirla.


Conociendo la lentitud con la que suele trabajar la Alcaldía, mi abuelita esperó un par de meses antes de buscar una respuesta. Hacia noviembre llamó a la Ventanilla Única para preguntar, por si acaso ocurría un milagro, pero la respuesta fue negativa. Se entretuvo hasta inicios de diciembre con sus clases en diversos centros de la tercera edad y con su nuevo novio, hasta que se le prendió el foco y pensó: “Se viene diciembre, seguramente suspenderán actividades en la Alcaldía por vacaciones, sería conveniente averiguar algo sobre la publicitación”. Fue a la Ventanilla Única y le dijeron que no había llegado su respuesta a la solicitud de publicitación, que fuera directamente a las oficinas de Desarrollo Urbano de la Alcaldía a preguntar. Advertencia: “salen de vacaciones el 13 de diciembre”. Rauda y veloz, la abuelita se puso las pilas y se presentó de inmediato en esas oficinas.


Curiosamente tuvo una sensación de familiaridad con el lugar y sus procesos. Saludó al poli como si fuera su viejo amigo, fue muy amable con la secretaria del “filtro”, con quien platicó un poco sobre el clima frío de la temporada, hasta le dio gusto reconocer el patio con muros empedrados que se seguramente era muy antiguo... Nunca imaginó que las personas llegaran a encariñarse con las oficinas de gobierno a fuerza de visitarlas por trámites infinitos. Suspiró.


Pacientemente, como una verdadera asidua del lugar, tomó asiento, se puso cómoda, sacó su libro y su botella de agua. Se preparó sabiamente para su larga espera, antes de ser atendida. Al cabo de una hora, ya con la oficina medio vacía, pasó por ahí el funcionario que le dijo cuatro meses antes, medio en broma, que la esperaban para ayudarles a poner el arbolito de navidad. La abuelita vio con desesperación que la bromita ya se había hecho realidad. El funcionario en cuestión la vio al pasar, la reconoció, y la saludó con una sonrisa amable: “¿qué tal, cómo está?”. “Por aquí ando de nuevo, maestro, vine a ver si ya hay respuesta a la prevención de la publicitación que ingresé en septiembre, ¿cómo ve?”. “Ahorita la atienden”. Respondió. Al cabo de un rato, el maestro entró a la oficina medio vacía para sentarse en el sillón desfundado para platicar un rato con la secretaria. De pronto se dirige a mi abuelita nuevamente. “¿Y usted qué quiere construir? ¿Un edificio de departamentos?”. La broma no le cayó nada bien a la abuelita, pero trató de sonreír para no desaprovechar la oportunidad. “Sí, claro, un conjunto B-Grand (conjuntos de departamentos que han pululado en la Ciudad de México en los últimos años). No, Maestro, yo sólo quiero construir una casa de menos de 180 metros cuadrados”. El Maestro le pidió su oficio y se lo llevó a su oficina. La abuelita se quedó atónita. Esperó sin saber qué tramaba el funcionario, quien tardó aproximadamente 10 minutos en salir; le pidió que salieran de la oficina para hablar en el patio. Se acercó a ella para decirle en voz baja: “La vamos a ayudar. No se preocupe. Le vamos a dar la constancia de publicitación”. La abuelita se puso loca de contento. No lo podía creer. Era casi un regalo de Navidad. Le agradeció infinitamente al maestro, casi se hinca para besarle pies y manos. El funcionario le indica que pase la siguiente semana para darle seguimiento.


La abuelita salió de esas oficinas esperanzada en lo más profundo de su ser. Luego, su tremenda racionalidad, esa que es la más aguafiestas, la que nos quita las ilusiones, la hace reflexionar. La invaden pensamientos malsanos: “¿Y por qué de pronto este funcionario me ofrece ayuda? ¿Querrá algo y yo no supe descifrar sus intenciones? ¿Este trámite depende sólo de su buena voluntad? ¿Si no hubiera habido esa oportunidad de hablar con él, esto nunca se hubiera solucionado?, etc. etc.”. A la abuelita no dejó de “girarle la ardilla” en la cabeza un buen rato.


Una semana después mi abue se presentó a las oficinas de Desarrollo Urbano de la Alcaldía con toda la esperanza de que efectivamente estuviera lista su constancia de publicitación, tras seis largos meses de espera. Había mucha gente en el lugar. Al cabo de dos horas la recibió otro funcionario para mostrarle su constancia fechada el mismísimo día que vio al maestro. O sea que sí había cumplido su promesa. El funcionario en cuestión le dijo que sólo faltaba la firma del director, que enviarían ese mismo día el documento para rúbrica y que buscara su oficio en la Ventanilla Única por ahí de mediados de enero, al volver de vacaciones. Al ver la cara de felicidad de mi abuelita, el funcionario agregó: “Con esto ya podrá ingresar su manifestación de obra sin problema y empezar a construir de inmediato”.

No puedo describir la alegría de mi abuelita. Volvió a tener fe en las instituciones, se avergonzó de haber pensado mal del Maestro, se ilusionó con la noticia de que podría empezar a construir a finales de enero. Entonces no sospechaba que la fatalidad del destino le daría revés.

La abuelita contactó de inmediato a la asistente del arquitecto para darle la maravillosa noticia, que había visto con sus propios ojos la constancia de publicitación, que el funcionario le dijo que con eso todo lo demás era “pan comido”. La arquitecta no se atrevía a decirle que el Director Responsable de Obra (DRO), quien había firmado todos los planos y memorias, había fallecido. La abuela se quedó boquiabierta. Sabía que el DRO era una persona mayor, pero nunca imaginó que muriera tan pronto. Sintió tristeza por él y su familia. Luego se sintió avergonzada de que le viniera a la cabeza el hecho de que ese evento complicaría los trámites para la construcción, además de que ya le había pagado porque revisara y acompañara el proceso. Después se sintió furiosa: “¡Si todo esto no llevara años, este hombre hubiera visto mi casa construida!”.


Ante la fatalidad, había que buscar alternativas. La asistente del arquitecto pidió presupuestos a otros directores responsables de obra. Se decantaron por la propuesta más seria al menor costo. Revisaron cuidadosamente las fechas de expiración de los documentos ya recabados: alineamiento y número oficial, del sistema alternativo de agua, de la zonificiación y uso de suelo, etc., etc.


La abuelita tuvo que tramitar nuevamente el certificado de zonificación y uso de suelo en las oficinas de SEDUVI al iniciar 2020, lo cual implicó gastos, esfuerzos físicos y emocionales. Se quedó muy preocupada porque el alineamiento y número oficial caducará en marzo. Se puso al corriente con los pagos de predial y agua. Ilusionada, preparaba los requisitos de la manifestación. Por ahí del la segunda semana de enero llamó a la Ventanilla Única para ver si la publicitación había llegado. Nada. Se armó de valor para ir a las oficinas de Desarrollo Urbano para preguntar cuándo enviarían su constancia de publicitación. Casi se desmaya cuando le comunican que ninguno de los documentos firmados en diciembre fue enviado a la Ventanilla Única porque falleció el Subdirector que los había rubricado. Ello implicaba volver a hacerlos con el nombre del nuevo Subdirector, pero había que esperar a que llegara el nombramiento. Mi abuelita tardó un rato en reponerse. Definitivamente empezaba a pensar que construir la casita de su sueños no estaba en su destino. Pensó seriamente en ir con algún brujo a hacerse una limpia.


Mi abue queda a la espera de que nombren al nuevo Subdirector para que firme toda la documentación, que ésta sea enviada al Director de Desarrollo Urbano, quien la devolverá a la Subdirección de Desarrollo Urbano, desde donde la enviarán a la Ventanilla Única, en donde mi abuela espera poder finalmente recibir su publicitación algún día, angustiada por recibirla antes de la caducidad del documento de alineamiento y número oficial, cuyo trámite es bastante complicado. Ante el fallecimiento del funcionario y del DRO en los últimos meses, teme que la fatalidad del destino la alcance también a ella antes de cumplir el sueño de construir su casa.

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