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La Unidad Integración Latinoamericana, un patrimonio arquitectónico de Coyoacán

Veka Duncan


Dentro de la Zona de Amortiguamiento 2 de la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad otorgada por la UNESCO a Ciudad Universitaria en 2007, se encuentra otra interesante obra de arquitectura moderna mexicana: la Unidad Habitacional Integración Latinoamericana. Construida entre 1974 y 1976, es una unidad que, a diferencia de muchas otras en la Ciudad de México y alrededor del mundo, se ha resistido al abandono y, por el contrario, se mantiene como un espacio muy vivo.



La Unidad Latinoamericana fue un proyecto tardío del auge de las unidades de mediados de siglo XX. El concepto de la unidad habitacional surgió en Francia en los primeros años de la década de los 20, ideado por el icónico arquitecto Le Corbusier, y rápidamente comenzaron a brotar en las principales ciudades del mundo. A México llegarían hasta 1949, en pleno alemanismo, con la inauguración del Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA) en la Colonia del Valle. A partir de entonces, y gracias a un inusitado crecimiento económico conocido como el “milagro mexicano”, la Ciudad de México comenzaría a poblarse de unidades habitacionales, comúnmente conocidas como multifamiliares, entre las cuales destacan el Centro Urbano Presidente Juárez (1952), la Unidad Independencia (1960), la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco (1964) y Torres de Mixcoac (1972).


Estas unidades habitacionales tenían la vocación de ofrecer vivienda de carácter social. En principio desarrolladas por el IMSS y el ISSSTE, para 1972 estos proyectos pasaron a manos de los recién creados INFONAVIT y FOVISSTE; esta última fue la institución que estuvo a cargo de la creación de la Unidad Habitacional Integración Latinoamericana. El proyecto urbano y arquitectónico estuvo a cargo del despacho Sánchez Arquitectos y Asociados, y contó con la participación de Félix Sánchez Aguilar, Luis Sánchez Renero, Gustavo López Padilla y Fernando Mota Fernández. El proyecto de los diversos parques y jardines con los que aún cuenta la unidad estuvo a cargo de Mario Schjetnan, precursor de la arquitectura de paisaje en México.


Siguiendo las nociones desarrolladas por Le Corbusier, el proyecto de esta unidad incluyó la creación de diversos prototipos de vivienda (casas y departamentos de una o dos plantas) que se adaptaran a las necesidades de los distintos grupos sociales que tendrían acceso a ella; esto garantizaría, de acuerdo a la utopía lecorbusiana, la convivencia armoniosa entre varios estratos socioeconómicos, enriqueciendo la vida al interior del multifamiliar. Así, el concepto de unidad habitacional desde sus inicios se planteó como un microcosmos, una ciudad dentro de la ciudad, y este aspecto también va a estar presente en otros elementos del proyecto, por ejemplo, en la incorporación de locales comerciales y servicios de educación básica – hoy en desuso – como un kínder y una biblioteca pública.


Si bien el proyecto de esta unidad siguió al pie de la letra los conceptos lecorbusianos, muestra también propuestas propias que son verdaderas innovaciones. La preocupación por el flujo vehicular es sin duda una de ellas, pues para los años 70 era evidente que los primeros multifamiliares quedaron rebasados en cuanto a estacionamientos. Una de las problemáticas centrales que el proyecto urbano buscó resolver fue la de la circulación dentro de la unidad, buscando minimizar conflictos y garantizando suficientes estacionamientos. Esto a su vez, llevó a la creación de espacios públicos para el goce de los vecinos, otra preocupación central de los arquitectos. De esta manera, se desarrollaron plazas sobre los estacionamientos y así una jerarquización interesante del espacio público, con zonas de parque comunales a espacios semi públicos, compartidos solo entre los vecinos de uno o dos edificios, que después conducen a los espacios propiamente privados de los corredores interiores. El juego de los volúmenes es también interesante, pues al tener conjuntos, formados en torno a estas plazas semi públicas, de edificios de cinco, diez, doce y dieciséis niveles, se garantiza una buena iluminación natural en todos los espacios. Finalmente, el proyecto paisajístico es también de notar, ya que incorpora la característica piedra volcánica de la zona, como se había hecho ya en proyectos como el Pedregal y la propia Ciudad Universitaria.


Así, la Unidad Habitacional Integración Latinoamericana es un patrimonio arquitectónico moderno que debe revalorarse y protegerse.

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