Danielle Zaslavsky
La calle de Hidalgo, viniendo de División del Norte, se muestra en su primera cuadra como una calle amigable, llena de vida, donde el pequeño comercio está volviendo a florecer. Y ahora tenemos luz: cambiaron todos los faroles. Cuando llegué allí, hace casi 35 años, estaba la frutería, la pollería, la mercería, la tintorería, la papelería, el estudio de fotografía y la tiendita de Lalito, el primer lugar de la cuadra donde mis hijas a los 7 años tuvieron permiso de ir a comprar. En la esquina de San Lucas e Hidalgo, había una fonda preciosa, cocina abierta hacia la calle, con cazuelas colgando de la pared, otras en la lumbre, llenas de frijoles, arroz, pipián y caldo de pollo. Comida corrida muy sabrosa. Una extensión de mi casa. Algunos comercios aguantaron: la tintorería, la papelería, a la que siguen acudiendo para sacar fotocopias alumnos y maestros del vecindario, y el puesto de periódicos sigue en manos de la misma familia. Varios de los lugares emblemáticos desaparecieron, la fondita fue sustituida por un Seven Eleven, la pollería por una tienda Alianza, el estudio fotográfico por una mensajería, y a la tiendita de Lalito así como a la frutería se fueron sustituyendo varios comercios. Por fortuna, apareció una verdulería una cuadra más abajo. Abrieron restaurantes, una peña, todos bastante respetuosos de la tranquilidad de los vecinos.
Por suerte, del mismo lado del Rey del Taco, institución por excelencia de los desvelados, esta primera cuadra de Hidalgo está definida por un antiguo mercado, el de San Ignacio, cuya fachada se ha respetado y que sólo puede abrigar pequeños comercios, desde la tienda de estambres hasta el expendio de vinos mexicanos finos y de cervezas artesanales, pasando por una carnicería algo sofisticada. Es más: se abrió una librería feminista, en la que se consumen libros. ¡Qué agasajo! La verdad, en esta parte de Coyoacán, se está logrando una buena vida de barrio. Ojalá y así siga.